La raza hispana a lo largo de la Historia ha
demostrado que no existe potencia extranjera que le imponga un yugo que
los españoles no acepten, siempre se rompen en las espaldas de los
agresores aunque tengan las testas coronadas. Ahora bien, el pueblo
español sabe que la vida es milicia, no necesita generales, mandos y
soldados reglamentados, el genio militar es consustancial a los
españoles. El pueblo español tiene espirítu castrense, los eunucos
aunque recientes estudios afirmen que viven más están castrados y los
españoles saben que para saber vencer hay que morir.
Por Antonio Moreno Ruiz
Hace tiempecillo fui forjando con el yunque de la atrevida intuición
una teoría que parecía peregrina. No obstante, con el paso de los días
fui madurando aquella volátil idea hasta transformarla en un esquema de
pensamiento que se me antojaba medianamente congruente. Dicen que las
comparaciones son odiosas…. Y dicen bien. Empero, no podemos evitar los
paralelismos dados en la Historia, y más cuando se coincide en el siglo y
en ambientes harto parecidos –sorprendentemente-; siempre, por
supuesto, salvando las lógicas distancias. Así pues, yendo directamente a
nuestro propósito, podemos decir lo siguiente:
-Ambos vienen de ambientes marineros y, sin embargo, se enrocan en
el interior, en el corazón de una tierra que aman y comprenden y a cuyos
moradores más profundos atraen a su bandera. Ambos son marineros en
tierra, valga la poetización.
-Sin experiencia militar previa, logran organizar un ejército de
miles de hombres, de la nada, sin medios a priori de la logística
oficial. Dicen que Cabrera llegó a movilizar un ejército de 30.000
hombres. No somos muy aficionados a las “cifras exactas” en según qué
apartados de la historiografía; empero, creo que nos pueden ayudar al
menos a hacernos una idea, más cuando Boves y Cabrera coinciden en
despertar a todo un pueblo por el entusiasmo de la causa que defienden.
-Ambos se ponían con su caballo y su espada al frente de sus
hombres, con ellos comían, con ellos compartían en primera línea la
dureza de la guerra, con ellos se divertían en las pocas ocasiones
festivas que le tocaron. Ambos encarnaron el caudillismo pero al
servicio de una institución: La Monarquía Católica. Tienen talento
innato, felino, como conductores de masas. Son líderes naturales,
brotados en momentos de desorden, de terremotos físico-emocionales. Como
decía el polígrafo luso Joaquim Pedro de Oliveira Martins, los pueblos
ibéricos acuden como por instinto a sus tradiciones más primigenias. Ahí
surge la Devotio Iberica que ellos conducen y engrandecen, reiteramos,
al servicio de una institución política. No estamos hablando, pues, de
“militarismo”.
-Como gobernantes son austeros, prácticos, resolutivos. Son
conscientes del tiempo que les ha tocado y entienden que pueden
aprovechar lo mejor de una tradición que bien conocen sin renunciar al
progreso. A pesar de su apriorística inexperiencia, no son
improvisadores. Tampoco tienen aires de grandeza, no tiran la casa por
la ventana, no gastan más de lo que ingresan.
-Ambos son hijos del mérito y por eso mismo, se ganan la enemistad y
la envidia de los políticos de la camarilla, de la retaguardia.
Camarilla de torpes e indeseables, sin más mérito que el descarado
enchufismo y el “peloteo” y las amaneradas poses. Por desgracia, esto es
algo muy común en la cultura hispana, y quizá se ha ido agudizando más
con el tiempo. Muchos no entienden que un hombre, a base de su esfuerzo,
de su valía, de su tesón, prospere en la vida frente al que todo lo
tuvo y sin embargo nada hizo. Y no sólo es ése el que desprecia al
hombre meritorio que está dispuesto a dar su vida por una causa noble,
es buena parte del común la que actúa también como tal. En España
mismamente esta situación es burdamente trágica, con tantos héroes
olvidados y/o vilipendiados y, por la contra, tantos personajillos
ensalzados desde el Estado y la televisión…. Muy relacionado con este
tema, podemos decir que ambos fueron víctimas de las élites
revolucionarias, élites en verdad venidas del régimen anterior y que
para limpiar –supuestas- culpas de sus antepasados se distinguieron con
terrorífico celo sobre buena parte de la población. Estas élites
revolucionarias emergen utilizando su poderío e influencia, y van a
tener la habilidad no sólo de clarificar el destino de estos brillantes
militares, sino también de ir causando la ruina en las hispanas tierras,
y cuando parece que la ruina se va a despejando, otro grupo de presión
de este estilo se viene y nos devuelve a la miseria. La élite liberal
golpista va a ir a cazar a Cabrera y a tipos de su gremio, esto es,
católicos y realistas; años antes, el mantuanaje “ilustrado” la tomó con
Boves con muy malas artes.
-Tanto Boves como Cabrera son víctimas de una leyenda negra que les
hace muchos enemigos, e incluso los que fueron sus amigos mayormente los
relegaron al olvido al “adaptarse a las circunstancias”. Boves al menos
siempre tuvo en Tomás Morales su “reivindicador”, con mayor o menor
éxito. La verdad es que Ramón Cabrera y Griñó dejó patidifusos a propios
y extraños en uno de los últimos actos de su vida, después de tantos
sacrificios personales y económicos por el carlismo, para acabar
¿reconociendo? en medio del fragor bélico (De una guerra que él, uno de
los hombres mejor informados de España, siempre insistió en que estaba
perdida de antemano) a un Alfonso al que llamaron el XII del que él
conocía su incurable ilegitimidad tanto de origen como de ejercicio.
Pocos amigos le quedaron a Cabrera y no sólo en el carlismo, pues la
propia camarilla liberal que creyó convencerlo jamás reconoció su valía
más que de boquilla. Nunca creímos que Cabrera fuera un ingenuo y que se
dejara engañar, reiterando lo bien informado que estaba, por una
camarilla alfonsina que algunos dicen que engañó hasta al Vaticano.
Creemos que a Cabrera, por la contra, le jugó peor tanto su carácter
bronco y vanidoso como la insoportable política de camarilla que tanto
daño había hecho a su causa y que a veces había hecho que el movimiento
político más antiguo del país casi quedara en caricatura, haciendo
inútiles sus muchos esfuerzos, así como los de muchos de sus hombres con
los que compartió penas y durezas. Esperamos que no se confunda nuestra
postura y que no se caigan en otras comparaciones, pues jamás se
comparará a Cabrera con Maroto. En ese sentido comparto la opinión de
Román Oyarzun en “Historia del Carlismo” y por parte propia pensamos que
Cabrera fue un campeón de la legitimidad, un campeón abnegado y
enhiesto, que tal vez estuvo envanecido al ser más reconocido en el
resto de Europa que en la España a la que tantísimo amó (Como tantos
otros catalanes; como los catalanes que iniciaron el levantamiento de
Cumaná contra los insurgentes, por ejemplo) y que una vez más, entre una
camarilla y otra le amargaron la vida, hasta tal punto de que murió
profundamente afectado por propios y extraños. Quienes fueron más
vocingleros contra Cabrera usando la palabra “traidor” luego resultaron
ser, cuanto menos, muy sospechosos de eso mismo…. ¡Qué cosas!
Para nos, amén del mentado R. Oyarzun, Fernando Martínez Laínez (1)
hace una buena disección del valiente tortosino, aunque demasiado a su
libre estilo, lo cual deforma muchas veces tanto la realidad como la
personalidad del personaje. Con todo, la biografía de Javier Urcelay (2)
es sencillamente genial. Ambas lecturas son complementarias y han
ayudado a que nos atrevamos a definir estas comparaciones nacidas al
alimón de la intuición. Difícil es calibrar si la leyenda negra se ha
ensañado más contra Cabrera o contra Boves, hasta tal punto de
desfigurar sus vidas para la historia hispánica. Y en esa leyenda negra
se suele omitir la brutal represión sufrida por Boves, azotado
públicamente y acusado sin trámites por la oligarquía venezolana…. ¿Y
qué diremos de Cabrera, a quien por ventura de la brutalidad de Nogueras
asesinaron a su pobre y piadosa madre? Y no con ello estamos
“disculpando” acciones posteriores. Lo que sí subrayamos es la cantidad
de mentiras y deformaciones vertidas sobre dos personajes que tanto y
tan bien lucharon contra los enemigos de España, de una España que,
valga la paradoja, siempre parece premiar a sus enemigos.
¿Fue Boves, pues, el Cabrera americano? Más bien por tiempo sería
Cabrera el Boves del Maestrazgo. Y con todo y con eso, añadimos un dato
curioso: La mucha probabilidad de que el padrastro de Cabrera hubiera
conocido a Boves en América(3). No sabemos si este hombre le contó algo
del León de los Llanos al entonces joven Ramón, de qué manera le pudo
influir en caso de que pasara…
Y es que creemos que se ha hecho justicia con Cabrera al erigirle una
estatua en Morella, su bastión. Boves apenas cuenta con una calle en
Oviedo. De los pocos que lo han reivindicado, hacia la segunda mitad del
siglo XX se encuentra su paisano J. Evaristo Casariego. No sólo pedimos
estatuas y recuerdos para él, sino para todos aquellos valientes que en
América se jugaron la vida y la hacienda contra la desgracia
separación; y no pedimos ni estatuas ni recordatorios para la camarilla y
los enviados directos de ésta que con su miopía mandaron al garete al
mejor ejército de la Tierra Firme. Más memoria por los hombres que
lucharon por España y menos Leyenda Negra, complejo de inferioridad y
auto-odio. Y Boves y Cabrera son dos ejemplos de la Historia que deben
guiarnos hacia el futuro.
(1) El rey del Maestrazgo. Luces y sombras del caudillo carlista
Ramón Cabrera, de Fernando Martínez Laínez. MR Ediciones. Madrid, 2005.
(2) Cabrera. El Tigre del Maestrazgo, de Javier Urcelay Alonso.
Editorial Ariel. Barcelona, 2006.
(3) “Coronel Bobes: La epopeya de un
infante de marina”. Por José A. Fernández-Acero.
http://sapiens.ya.com/terciosnet/2epocaBobes.htm